\-= El Diario de New York =-/
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 New York - Año 01 - Nº 02 - Miércoles 21 de octubre del 2009

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ARTES

 

20 Things You Didn't Know About ... Genius

How do the Nobel Prize winners get so damn smart?


By Rebecca Coffey
Provided by Discover Magazine

 

1. The latest winners of the Nobel Prizes -- the big kahuna of genius awards -- will be announced October 5 this year. Were you nominated? To find out, you’ll have to either win or wait 50 years, which is how long the Nobel committee keeps secret the list of also-rans.

2. Nyah, nyah. William Shockley, who won the 1956 Nobel in physics for inventing the transistor, was excluded as a child from a long-term study of genius because his IQ score wasn’t high enough.

3. History repeated itself in 1968 when Luis Alvarez won a Nobel for his work on elementary particles. He had been excluded from the same research program as Shockley. Who set up that study, anyway?

4. The genius study was created in 1928 by Louis Terman at Stanford University, who pioneered the use of IQ tests to identify geniuses, defined by him as those with an IQ greater than 140.

5. None of the children (known as “Termites”) in the study has won a Nobel.

6. Still smart, though: Termite Jess Oppenheimer invented the TelePrompTer, and Norris Bradbury headed the Los Alamos National Laboratory.

7. Many 19th- and 20th-century creative geniuses acquired a reputation for promiscuity. Examples include Richard Feynman, Albert Einstein and Bertrand Russell.

8. One theory suggests that male geniuses are unusually endowed with enthusiasm for risk-taking, which is notoriously testosterone-linked.

9. In 1981 Shockley and eugenicist Robert Klark Graham cofounded the Repository for Germinal Choice in Southern California, a sperm bank dedicated to selling the seed of Nobel Prize winners and other men with a high I.Q.

10. Graham died in 1997. The Repository for Germinal Choice closed in 1999.

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11. Being a genius is no guarantee of financial security. A recent study at the Ohio State University Center for Human Resource Research showed that baby boomers with average and low IQs were just as good at saving money as those with high IQs.

12. Albert Einstein is said to have lost most of his Nobel money in bad investments. Anyone can do that.

13. Hans Asperger, an Austrian pediatrician, identified what is now called Asperger’s syndrome: a form of autism marked by intense absorption in a very narrow range of special interests.

14. Asperger believed that there is a link between mathematical and scientific genius and his syndrome, claiming that "for success in science and art, a dash of autism is essential."

15. Sometimes stereotypes are accurate. Norbert Wiener, who invented the field of cybernetics, was the prototype of the absent-minded genius.

16. Once, Weiner forgot he’d driven to a conference, took the bus home, and then reported his car stolen when he didn’t see it in his driveway.

17. In the 1990s Bell Labs found that its most valued and productive electrical engineers were not those endowed with genius but those who excelled in rapport, empathy, cooperation, persuasion and the ability to build consensus.

18. Too much partying? In 2007 researchers at Kyoto University pitted chimpanzees against college students in three memory-based intelligence tests. The highest-scoring chimp beat all the students in the first test, tied with a few in the second test and reigned again in the third.

19. Try pitting him against the chimp. Alex, a gray parrot who died last September at age 31, has been widely billed as the smartest bird ever. Alex could identify 50 objects, seven colors and shapes and quantities of up to six.

20. You, too, can be a genius (maybe). Scientists at the University of Sydney and Macquarie University in Australia say intelligence can be boosted, at least in the short term, by a daily dose of 5 milligrams of creatine, a compound found in muscle tissue.

El Guernica americano

José María Antolín

El kafkiano proceso en torno al manuscrito de 'El proceso'

Un litigio entre Alemania e Israel impide que dos ancianas con problemas económicos puedan heredar los originales de Kafka

 

EFE - Berlín - 20/10/2009

El manuscrito de El proceso -probablemente la novela más emblemática de Franz Kafka- sigue generando historias dignas de su autor y algunas personas reales parecen personajes kafkianos por la disputa legal que hay en torno al documento. "Alguien tuvo que haber calumniado a Josef K. porque, sin que hubiera hecho nada malo, fue arrestado una mañana", dice el comienzo de El proceso para luego seguir con las peripecias del protagonista que ni siquiera llega a saber qué cargo se le imputa. Ahora es posible que dos señoras residentes en Israel, ambas de avanzada edad y supervivientes del Holocausto, se sientan un poco como Josef K. porque, debido al conflicto entre Israel y Alemania por el manuscrito o pueden reclamar su herencia que podría sacarlas de la pobreza. Ruth y Hava Hoffe llevan dos años esperando a que se les entregue la herencia de su madre, fallecida a la edad de 101 años, pero el proceso ha sido bloqueado por la justicia israelí por temor a que otros manuscritos de Kafka sean sacados del país, como ocurrió con El proceso.

Kafka, como han señalado muchos ensayistas, nunca terminó de saber a dónde pertenecía y su doble condición de miembro de las minoría alemana y de la minoría judía en Praga hacia más difícil esa búsqueda de la identidad. Ahora, se discute también dónde deben estar sus manuscritos -aunque los checos, que tardaron en descubrir a Kafka no han entrado en la discusión- lo que también vuelve a abrir la cuestión de a dónde pertenece el autor de El proceso. El original de la obra está, desde 1988, en el Archivo de Literatura Alemana de Marbach pero ahora el director de la Biblioteca Nacional Israelí, Schmuel Har Noy, exige que el documento sea devuelto a Israel para poner fin a "una injusticia histórica". El manuscrito de El proceso, al igual que los otros manuscritos de Kafka, ha tenido una historia que en parte refleja también la historia del siglo XX.

La odisea de los documentos empieza ya con ese momento en que Kafka, ya moribundo, le pide a su amigo y albacea testamentario Max Brod que queme sus manuscritos después de su muerte, en 1924. Brod no sólo no cumplió la última voluntad de Kafka -que había editado pocos textos- sino que publicó sus obras, que le darían una fama mundial póstuma y lo rodearían además de un aura de leyenda. Además, Brod conservó los manuscritos originales y en 1939, cuando logró huir de Praga con destino a Palestina, se los llevó con él en una maleta.

Brod murió en 1968, en Jerusalén, y su secretaria Esther Hoffe heredó sus bienes, incluidos los manuscritos de Kafka que ya para ese momento era visto como un indiscutible clásico de la modernidad. En 1988, Hoffe decide separarse de parte de los documentos kafkianos y vende, entre otras cosas, el manuscrito de El proceso que fue adquirido por el Archivo de Literatura Alemana -por cerca de 2 millones de dólares- en una subasta realizada en Londres. Cuando muere, le deja a sus hijas Ruth y Hava lo que quedaba del archivo de Max Brod, en donde se sospecha que hay otros manuscritos de Kafka, además de otros bienes de alto valor pero el proceso de sucesión se encuentra bloqueado por culpa de El proceso.

El director del Archivo, Ulrich Rauff, sostiene que no hay duda alguna sobre la legalidad de la adquisición del manuscrito, que se hizo "ante los ojos del mundo" sin que se hubiese presentado reclamaciones en los 21 años que han transcurrido desde entonces y se ha declarado irritado por las exigencias israelíes. Rauff no ve razón para devolver el manuscrito que forma parte de la tradición de la literatura en lengua alemana. En Israel se sostiene que con la venta de el manuscrito de El proceso en una subasta en Londres se violó una ley nacional que prohíbe sacar bienes culturales del país. Otro argumento es que con la venta del manuscrito no se respetó la última voluntad de Max Brod, a lo que hay quien responde que, si del respeto de las últimas voluntades se tratara, el documento debería quemarse como lo había pedido Kafka. Mientras tanto Ruth y Hava Hoffe esperan su herencia.

De Anna Grau (el 13/08/2009

 

Arcontes, la Negación de la Mascarada” es un lienzo monumental –mide más de cuatro metros de ancho y dos y medio de alto- que este verano se exhibe en la galería 2/20 de la calle 16 de Nueva York, entre las avenidas Séptima y Octava. La galería es diminuta y el lienzo colma una entera pared. Rebosa arrebatadas figuras que según su autor, el pintor vallisoletano José María Antolín, han provocado que por lo menos un espectador declarara estar contemplando “el Guernica americano”.
El impacto está garantizado por un detalle de tanta urgencia sociológica como artística: la figura más arrebatada del lienzo es, inconfundible y casi ofensivamente, la de Osama Bin Laden. El potencial ofensivo lo da el hecho de que el rostro del terrorista aparece bañado en lágrimas. Llora mientras sostiene a un niño desnudo, blanquísimo y fragilísimo, lo cual no excluye inquietantes acabados amorfos. Esta figura es mitad Niño Jesús de Praga, mitad larva en la penumbra. A su alrededor y con cierta lógica de Reyes Magos se constituyen el resto de figuras y representaciones, incluyendo un árabe que Antolín asegura que existe en la vida real, una columna visigoda de su invención, alusiones al imperio y a la eterna recurrencia de los crímenes coronados. Etc.

Ocho años después de dejar Valladolid por Nueva York, Antolín es un enérgico pintor tumultuoso que también tiende a explicarse enérgica y tumultuosamente sobre lo que pinta. Será porque también es poeta. Corrobora el dato el insigne hispanista Gonzalo Sobejano, maestro de poetas en Nueva York, que no ha querido perderse la presentación del lienzo de su joven amigo.
Hay momentos en que el Antolín poeta casi amenaza al Antolín pintor. Las palabras –más cuanto más hermosas- pueden ser una trampa mortal. Porque distraen del verdadero silencio de fondo del pintor, que es su arma de construcción más masiva. El pintor tiene el privilegio de no explicarse. El don de no decir. De  que no

 

Hallar libros de la misión

Herta Müller, al igual que Le Clézio, el Nobel del año pasado, es muy desconocida en español.

La escritora rumano-alemana Herta Müller, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009, encarna en buena parte el destino de las minorías alemana en los países del centro de Europa que, tras el fin de la II Guerra Mundial, en muchas ocasiones tuvieron que pagar por partida doble las culpas del nacionalsocialismo.

La escritora, que vive en Berlín desde 1987, nació en Nytzkydorf (Rumania) en 1953 y en una familia de la minoría alemana en ese país -a la que pertenecieron otros escritores emblemáticos alemanes como Paul Celan u Oskar Pastior- y desde muy pronto trató de tender puentes entre las dos culturas a las que pertenecía.

Con la Rumania oficial, regida por el dictador Nicolai Ceaucescu, entró en conflicto muy pronto al ser despedida de su primer trabajo, como traductora en una fábrica de máquinas, por negarse a colaborar con la Securitate, el servicio secreto comunista.

"Todavía no me lo puedo creer. Lo sé, pero todavía no entró en mi cabeza", declaró la escritora en una multitudinaria conferencia de prensa celebrada el jueves en Berlín.

"(La dictadura) es el tema de todos mis libros -destacó Müller-. Viví más de treinta años bajo una dictadura. Cada mañana con el miedo de no existir más por la noche", dijo.

El premio sorprendió a todo el mundo. No

se le oiga otra cosa que el rumor del pincel como el susurro de las alas del águila. Como un insecto prehistórico atrapado en el ámbar conciso de la tarde.
Cuando el artista se empeña en hablar, habla de valores salomónicos. Habla de exorcismos civilizadores. De rituales de sanación. Habla y habla y habla y en su discurso parece fluir el intrépido torrente de “terrorarte” brotado después del 11-S, y más aún cuando los corazones americanos inteligentes –esa víscera que el electrocardiograma europeo no siempre detecta, pero que existe y sin embargo se mueve- buscaban cómo bombear su dolor primero y su vergüenza después. Su soledad ante los errores de todo un mundo.
Antolín apunta con dedo colombino al intenso niño frágil en las manos brutales de Bin Laden y lo proclama víctima propicia, inmolación horrenda pero por todos aceptada, a fin de cuentas, para “restaurar el orden”. ¿Tiene sentido esto que dice? Un poco de tiempo muerto, por favor. Si les parece vamos a interrumpir unos segundos nuestro servicio habitual de arreglo fulminante del mundo. Vamos a intentar salir de nuestra burbuja conceptual, de nuestra orgullosa cáscara. Vamos a tratar de ver.
Lo cierto es que tanto la ironía del espectador como la verborrea del artista palidecen en fade out ante la rotundidad inapelable del lienzo mismo. Y ante la extraordinaria cualidad vidriosa de las miradas americanas que se detienen ante él. Los americanos miran este lienzo de José María Antolín con la respiración detenida y los sentimientos encontrados. Porque ahí están sus demonios, en efecto. Pero no están meramente pintados o representados. Están a la vez sueltos y sujetos. Está toda la rica ambigüedad de su infierno. Toda su secreta manera de estar solos en el mundo. O de empezar a dejar de estarlo, a poco que se comprenda este cuadro.
El arte es la inevitabilidad de llegar hasta allí.
 

 

 

Premio Nobel, una

imposible

estaba en las apuestas y su obra es muy poco conocida en España (donde han sido editados cuatro títulos suyos: dos en la editorial Siruela, uno en Plaza & Janés y uno en Mondadori) y en muchos otros países. De hecho, en las librerías no había el jueves un solo libro suyo, tal y como ocurrió el año pasado con el francés Jean-Marie Le Clézio.

Pocos minutos después de que se anunció el premio, la dueña de la librería madrileña Modesta, en la calle Modesto Lafuente, comentó: "Nos ha ocurrido como el año pasado con Le Clézio, que no hay libros en ninguna parte, sólo que en la anterior ocasión al final los encontramos en algunas editoriales sudamericanas y este año tendremos que esperar a que los reediten".

En 2007, la editorial Siruela publicó de esta autora en castellano En tierras bajas y El hombre es un gran faisán en el mundo, títulos que no se encuentran disponibles en las distribuidoras. En 1996, Plaza & Janés había publicado La piel del zorro y al año siguiente Mondadori editó de La bestia del corazón.

En la librería internacional Pasajes, situada en la calle Génova de Madrid, sí es posible encontrar tres títulos diferentes de Muller, pero en alemán.

Después de visitar las grandes superficies de venta de libros del centro de Madrid, comprobamos que en ninguna hay libros de Müller: "Tuvimos algo, pero hace mucho tiempo", comenta un vendedor, y cuenta que las editoriales ya anuncian numerosas reediciones para "finales de mes".

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